Algunas cosas que aún nos quedan por comprender de nosotros mismos La pretenciosa tentación de creer que, en lo básico, lo sabemos todo y que ya no quedan en el mundo enigmas lo bastante grandes como para dar la vuelta a nuestras ideas globales, es algo que ha seducido al hombre desde que tomó conciencia de su propia valía intelectual. A menudo, los más relevantes pensadores y científicos se han aproximado a la negra frontera de la irracionalidad, cuando las sombras grises de lo desconocido los han rodeado. En lugar de encender luces para disipar tinieblas, se han escondido en la negación, la ridiculización o el orgullo mal entendido.
David Zurdo
En este artículo nos aproximaremos a fenómenos de la mente humana que son un hecho, aunque disten mucho de estar explicados.
Veremos cómo personas de la talla de Albert Einstein o Carl G. Jung, y universidades importantes, han tomado en serio lo que a muchos les han parecido simples bobadas o cosas absurdas. Quizá sólo porque algunas verdades incomodan…
Pero dejemos de lado la charlatanería de algunosy la cerrazón de otros, abandonemos los prejuicios –y algunos juicios también–, y sumerjámonos por unos minutos en los enigmas que aún rodean al ser huma- no en pleno y luminoso siglo XXI.
La telepatía
Aunque el Einstein adulto cambiaría el mundo, de niño no empezó a hablar hasta los tres años. Los médicos creyeron que era sordo o retrasado mental, y sus profesores nunca confiaron en sus capacidades, sino más bien todo lo contrario. Le consideraban poco brillante e inconstante. Cuando estudiaba en Suiza, dos de sus profesores más destacados, Weber y Minkovski, le recomendaron que no siguiera el camino de esa disciplina. No obstante, el segundo de ellos, uno de los matemáticos más importantes del siglo XX, años después le envió a Einstein una carta en la que le pedía disculpas y donde afirmaba con-
tentarse ahora con tratar de entender lo que su menospreciado antiguo alumno había ideado.
En lo personal, Einstein era poco fiel y muy mujeriego. Llegó a ser rico, pero seguía vistiendo casi como un pobre. Sólo tenía trajes grises, todos iguales.
Así no se veía en la necesidad de perder el tiempo pensando qué ponerse. Eso decía.
En lo político, pasó de un pacifismo radical a posturas más tradicionales. La amenaza de los nazis en Alemania y en Europa lo llevó incluso a ofrecerse para el equipo de desarrollo de la bomba atómica, al que finalmente no perteneció por la negativa de las autoridades estadounidenses (Einstein sería investigado por el FBI durante años).Para muchos, Albert Einstein es la mente racional por excelencia. Siendo así, choca bastante saber que se sintió muy atraído por el fenómeno de la telepatía, al que él atribuía una base puramente física. Incluso escribió una carta que sirvió de prólogo al libro “Mental Radio”, de Upton Sinclair, y es digna de mención una experiencia personal, en su propia casa, con Sigmund Freud y un telépata llamado Messing. Según se cuenta, Freud transmitió mentalmente a este último
que fuera en busca de unas pinzas al cuarto de baño, regresara con ellas y le arrancara tres pelos del bigote a su anfitrión. Así lo hizo, con lo que Einstein quedó sumamente sorprendido (en más de un sentido, como
es de suponer).
El cerebro de Einstein es en sí mismoUn enigma científico. Su peso es sensiblemente inferior al de un cerebro medio –más de un 10%–, la corteza cerebral es estrecha y su forma muy ancha, y la densidad de conexiones neuronales que posee es enorme.
En su juventud, Einstein conoció al psiquiatra Carl Jung, en cuyas ideas influyó notablemente. Ambos compartieron un gran interés por la misteriosa mente humana, aunque con perspectivas distintas. Einstein transmitió a Jung, a través de los conceptos de la relatividad del espacio y el tiempo, ideas que guardan mucha relación con la teoría de la “sincronicidad” de Jung y sus “coincidencias significativas”. Según esta teoría, hay relación entre hechos del mundo físico y nuestros estados mentales, de manera que, a veces, aquéllos responden de algún modo, u ocurren, por
influencia de éstos. Es una teoría que puede o no admitirse. En estos asuntos, como en otros, quizá lo más sensato sea seguir la recomendación del científico Carl Sagan, que, en una ocasión, dijo que no se puede creer en todo ni tampoco no creer en nada; y más que nadie los científicos. Lo primero lleva a recorrer caminos alejados de la realidad y lo segundo impide descubrir nada nuevo.
El vampirismo
Según las leyendas y tradiciones, los vampiros son criaturas de la noche; seres no-muertos que necesitan sangre para alimentarse, que no pueden resistir la luz del sol, capaz de matarlos, y que pueden ser aniquilados clavándoles una estaca en su muerto corazón.
Desde que el escritor irlandés Bram Stoker creara, a finales del siglo XIX, al conde Drácula, los vampiros han fascinado al mundo. En el extremo de esta fascinación están los llamados “góticos”, una especie de tribu urbana cuya vestimenta y aspecto giran en torno
a la estética de los vampiros, y que les lleva incluso a adoptar una versión particular de lo que podría considerarse un estilo de vida vampírico. Los góticos van siempre vestidos de negro, jamás toman el sol, y muchos hasta se maquillan para parecer aún más pálidos. Además, se pintan de negro el borde de los ojos, llevan adornos en forma de murciélago o arañas, y en casos ya extremos llegan a limarse los dientes para simular los afilados colmillos de sus admirados vampiros. También, escuchan música de grupos afines a sus gustos, como Marilyn Manson, y sus lecturas se reducen, en general, a Bram Stoker, Edgar
Allan Poe, Mary Shelley o Anne Rice, autora esta última de un hito de la moderna literatura vampírica,
Pero, ¿qué hay de verdad en los mitos en que se basó Stoker? ¿Existen vampiros auténticos?
Antiguos mitos
La creencia en los vampiros se pierde en la noche de los tiempos. Muchos pueblos de la Antigüedad temían a esas criaturas de la noche. El nombre que recibían variaba de unas culturas a otras: para los griegos eran Lamia y Hécate; para los chinos, Kiang; para los romanos, Strix; los rumanos los conocían por strogoi; y los aztecas hasta tenían un dios vampiro, Huizilopochtli. A pesar de sus distintas denominaciones, todos estos seres tenían algo en común: la necesidad de chupar la sangre de sus víctimas hasta matarlas.
La misma afición enfermiza hacia la sangre se supone que tenía el lúgubremente célebre Vlad Tepes III, el Emperador, en el que está inspirado el conde Drácula de Bram Stoker. No obstante, Tepes no era realmente ningún vampiro, sino un gobernante de la Valaquia del siglo XV, que combatió sin piedad al Imperio Otomano y que, como buen monarca cristiano de la época, cometió auténticas barbaridades.
Mucho más siniestra, en realidad, es la figura de la condesa Erzsébet Bhátory, que como Vlad Tepes tenía su propio sobrenombre, la Condesa Sangrienta. Esta sádica aristócrata húngara vivió en la segunda mitad del siglo XVI y, desde muy temprano, se hizo patente su gusto por infligir dolor a todo tipo de criaturas, empezando por pequeños animales y acabando, al final, con personas. Entre las muchas atrocidades que cometió, quizá la más conocida sea su afición de tomar baños con la sangre de sirvientes a los que torturaba y asesinaba. Estas prácticas macabras se prolongaron durante años, hasta que fue condenada
a pasar el resto de su vida emparedada en propio aposento.
Pero hay mitos más antiguos relacionados con el vampirismo. De hecho, algunos mitos hebreos medievales lo remontan hasta casi el principio de los tiempos. Según ellos, una mujer llamada Lilith fue primera esposa de Adán, antes que Eva. Lilith, a la que se conoce por el nombre de “Monstruo de la Noche”, abandonó el Edén y se convirtió en líder de los demonios femeninos; una ninfómana que seducía a los hombres y luego los mataba para beber su sangre. Conforme a otras tradiciones, el origen de los vampiros está en Caín, el primer asesino de la Historia, que mató a su inocente hermano Abel. Y su vampirismo fue el resultado de un castigo divino, que lo condenó a no morir jamás para penar eternamente
entre las sombras, alimentándose de la sangre de otros.
Isaac Asimov y su explicación del vampirismo
El genial escritor de ciencia ficción Isaac Asimov (autor de La Fundación, o Yo robot), doctor en bioquímica, realizó diversos estudios teóricos en los cuales trataba la posibilidad de que cuestiones como el vampirismo fuesen reales. Y llegó a la conclusión de que, en cierto sentido, la necesidad de consumir sangre podría ser una realidad en algunas personas.
No es descabellado entonces imaginar que individuos con esa terrible pulsión pudieran haber existido en tiempos pasados, y que en su dolencia –completa- mente real–, pudiera estar el origen de los mitos sobre los vampiros, que, con el tiempo, fueron haciéndose cada vez más “floridos” y sobrenaturales.
La hipnosis
Para muchas personas, la hipnosis suena todavía como algo misterioso. Aunque lo cierto es que se trata de una técnica avalada por la ciencia, que ahora está
quizá algo en desuso, pero que fue ampliamente utilizada. La esencia de la hipnosis consiste en inducir, en el hipnotizado, un estado mental de trance que permita al psicólogo o psiquiatra acceder a su inconsciente. La persona hipnotizada desconecta del mundo exterior y queda abierta a sugestiones del hipnotizador, capaces de provocar en él reacciones físicas y mentales reales.
Origen de la hipnosis
El inmediato antecesor de la hipnosis fue una teoría curiosa y, al parecer, no demasiado científica, elaborada por un médico alemán del siglo XVIII, Franz Mesmer. Según él, las personas y los animales poseían un magnetismo propio, que denominó animal para dis tinguirlo del magnetismo convencional. También según Mesmer, ese magnetismo podía ser hasta cierto punto inducido o compartido con otros seres, para ayudarles a sanar sus cuerpos o sus mentes. Con este propósito se valió primero de soluciones de hierro, que hacía beber a sus pacientes, así como de magnetos, o piezas metálicas encargadas, supuestamente, de potenciar el magnetismo de aquéllos. No obstante, pronto abandonó esos elementos accesorios y pasó a “transmitir” su magnetismo mediante el contracto con partes del cuerpo de sus pacientes, mediante simples miradas o con la imposición de manos, al modo de los sacerdotes. Estas extrañas prácticas hicieron a Mesmer muy popular, y llenaron su consulta de pacientes ávidos de probar la revolucionaria terapia. Su fama llegó a tal extremo que el propio Luis XVI de Francia ordenó realizar una investigación sobre sus técnicas. La conclusión de los investigadores fue que no existía ninguna base científica para las corrientes magnéticas animales cuya existencia Mesmer alegaba, y que si el tratamiento funcionaba en algunos casos debía ser por mera autosugestión.
CURIOSIDAD: Mesmer y sus dudosamente útiles magnetos se mencionan en la ópera Così fan tutte, de Mozart, cuando una criada simula curar el supuesto envenenamiento de dos caballeros: “Esto es un magneto, la piedra que el gran doctor Mesmer descubrió en Alemania, y que se hizo después tan célebre en Francia”.
Años después de la muerte de Mesmer, un neurocirujano escocés, James Braid, se interesó por ciertos aspectos de sus teorías. Y, aunque desdeñó completamente el concepto de magnetismo animal, ese fue el primer paso en el desarrollo de unas ideas y unas técnicas que darían lugar a la hipnosis tal y como la entendemos hoy en día. De hecho, el término “hipnosis” fue inventado por Braid.
Usos de la hipnosis
La hipnosis puede curar algunas enfermedades, favorecer que se superen otras, y mejorar el estado físico o mental de una persona. Gracias a ella, es posible vencer fobias, traumas, depresiones, etc., así como enfermedades psicosomáticas. También ayuda a superar adicciones. Y, en algunos casos, incluso se emplea como sustitutivo de la anestesia. No obstante, tiene también contraindicaciones. Por ejemplo, se desaconseja en personas epilépticas o esquizofrénicas.
CURIOSIDAD: Hoy en día se utiliza la hipnosis
para cosas como dejar de fumar. Su éxito no es
total, pero hay quien afirma haberlo conseguido
solamente gracias a la hipnosis.
Aparte de los usos terapéuticos, la hipnosis tiene, además, fines menos convencionales. Es frecuente, por ejemplo, que los entrenadores deportivos la empleen con el objetivo de mejorar el rendimiento de sus deportistas. En España, el psicólogo Amador Cernuda utiliza esta técnica con la selección española femenina de gimnasia deportiva.
La hipnosis y lo paranormal
Se cree que una persona bajo trance hipnótico puede tener más facilidad para la telepatía, la precognición, la retrocognición, y otros fenómenos de percepción extrasensorial que estudia la parapsicología.
Control mental y falsos recuerdos
El control mental es uno de los temas favoritos de la “teoría de la conspiración”. Y, al menos por una vez, esas teorías son auténticas. Varios gobiernos del mundo han estudiado el modo de manipular el cerebro de las personas, usando para ello técnicas distintas, que incluyen el uso de drogas diversas o la hipnosis. A principios de los años cincuenta, el gobierno de Estados Unidos, a través de la CIA, creó programas de control mental. Sus enigmáticos nombres son hoy conocidos gracias a la desclasificación de documentos que, hasta hace poco, fueron secretos: Bluebird, Artichoke, MK-Ultra o MK-Search. Una de sus metas era lograr el control de un individuo para que obedeciera instrucciones contrarias a su propia voluntad o a su instinto de conservación. Estos proyectos se mantuvieron durante un cuarto de siglo, al menos oficialmente, por lo que resulta más que probable que se obtuvieran resultados positivos. En la extinta Unión Soviética se realizaron también proyectos similares, aun menos escrupulosos que los de los americanos, y de los que sólo ahora empieza a saberse algo.
El prefijo “MK”, que antecede al nom-
bre de los proyectos de la CIA, es la abreviatura
fonética de “Mental Control”, control mental.
Estos proyectos no sólo analizaban la manipulación de los cerebros de las personas. Uno de los subproyectos de MK-Ultra, conocido por el nombre en código “83”, se dedicaba a estudiar la percepción extrasensorial y sus posibles usos militares o para espionaje. El proyecto 83 fue oficialmente desmantelado en 1984, aunque hay quien afirma que en realidad continúa y que es más secreto que nunca.
Transcomunicación instrumental
Todavía en el siglo XXI no sabemos exactamente qué es la muerte, ni conocemos del todo los procesos cerebrales y espirituales que se suceden en los últimos momentos de la vida. La transición final, que acaba con la desaparición de nuestro cuerpo físico, continúa siendo, por tanto, un gran misterio; quizá, el mayor de todos ellos. También es un misterio si existe o no un alma inmortal. Sólo tenemos unos pocos indicios para tratar de comprender ese “otro lado”, si es que lo hay. Son elementos y datos sueltos, difíciles de evaluar. Pero no renunciamos a obtener la respuesta de la que, posiblemente, se la más trascendental pregunta que puede formularse un ser humano: ¿hay vida después de la muerte? Otra pregunta sin respuesta es: ¿será cierto que los espíritus de los muertos están en otra dimensión de este mundo y que pueden comunicarse con nosotros?
En este sentido, se ha hablado mucho de las psicofonías, el extraño fenómeno que se produce cuando un sonido o una voz, de algo o de alguien que no está presente, se “cuela” en una grabación de audio.
Menos habitual, aunque todavía más impresionante, son las llamadas psicoimágenes. En su caso, ya no se trata de sonidos de origen incierto, sino de imágenes que se captan a través de la pantalla del televisor. Para algunos, estas imágenes pertenecen a los muertos, que nos visitan a través de los equipos electrónicos. El proceso para obtener una psicoimagen no es,
en realidad, nada complicado. En primer lugar, es necesario situar una cámara de vídeo frente a la pantalla de un televisor convencional. La imagen que capta la cámara se visualiza en el propio televisor, de modo que se “realimenta”, como si se tratara de una
imagen infinita (algo parecido a lo que ocurre cuando se sitúan dos espejos perfectamente paralelos. La imagen que refleja uno vuelve al otro, y éste la devuelve al primero, en un proceso sin fin). Cuando la cámara de vídeo y el aparato de televisión están en esa posición, a veces aparecen, como flases, imágenes extrañas, de origen desconocido.
Experiencias próximas a la muerte
Hay personas que han estado clínicamente muertas y que, no obstante, han vuelto a la vida. Por lo general, las experiencias de estas personas coinciden en muchos puntos. Así, es normal ver un túnel que acaba en una luz blanca cegadora, y avanzar por él con una sensación de paz, acompañados por las voces de seres queridos ya desaparecidos y por imágenes de sus vidas, que pasan ante ellos como si se tratara de una película. Otras personas que han experimentado este fenómeno consiguen verse desde fuera de sus cuerpos. Existen casos documentados de personas que han descrito, al “resucitar”, acciones del equipo médico o de los bomberos que no podían haber visto, por hallarse en estado crítico o de coma. Incluso existen casos en los que la persona consigue ver cosas fuera del hospital o lejos del lugar físico en que se encuentra.
La ciencia médica asegura que estas sensaciones las produce el cerebro a medida que el riego sanguíneo lo abandona. Pero eso no logra explicarlo todo, ni mucho menos. Por otro lado, no todas las personas que regresan a la vida desde la frontera de la muerte, relatan experiencias agradables y placenteras. Algunos, muy pocos, eso sí, tienen experiencias distintas. Las luces se convierten en sombras, y la sensación de paz se torna opresión y miedo. Los psiquiatras que tratan a pacientes con estas experiencias, por lo general no
hablan de ello. Iker Jiménez comenta ese hecho en su novela “Camposanto”, en la que dice que los profesionales guardan silencio para no asustarnos. Y con razón. Desde antiguo hay leyendas sobre una sombra sin rostro que aparece al final del túnel. Esto lo conocían ya los egipcios, y la misma tradición llegó luego a los persas. La luz blanca se torna rojiza.
El muerto ve a alguien que sufre, un niño pequeño deforme o un anciano decrépito. Se percibe la llamada hacia un lugar al que no se quiere ir. Hay más personas al otro lado, personas que sufren y están mutiladas. Llaman al muerto y tratan de arrastrarlo
con ellas. Quienes han regresado de esta experiencia terrible, jamás olvidan la sensación de absoluto pavor que les hizo sentir.
Ante casos como estos, hay una pregunta aún más dramática que la de si hay vida después de la muerte. Y es la de que, suponiendo que la existencia no termine con el fin de nuestro cuerpo, ¿qué vamos a encontrarnos? En nuestra cultura cristiana, hay una
respuesta para ello: los justos irán a la gloria celestial, y los malvados al infierno. Y otras religiones y culturas tienen sus propias teorías al respecto. Pero, ¿quién sabe cuál es la verdad?
La mala suerte
Es más que habitual pensar que la suerte, buena o mala, interviene en nuestra vida. Pero, ¿realmente existe el azar, o sólo ignoramos las leyes que lo rigen? ¿De verdad hay personas a las que favorece la fortuna? ¿Y personas a las que, por así decirlo, mira mal?
El diccionario de la Real Academia Española define la suerte como: Encadenamiento de los sucesos ,considerado como fortuito o casual. Pero, ¿será todo
en verdad casual?
No es eso lo que parecen opinar instituciones tampoco dadas a dejar las cosas al acaso como los casinos. Su negocio son los juegos de azar y, por eso mismo, jamás desdeñan las probabilidades de nada, por escasas que sean. Así, se dice que existen gafes
profesionales a sueldo de muchos casinos del mundo –incluido el de Madrid–, cuya misión es malograr las rachas de los jugadores que están de suerte.
CURIOSIDAD: Una película norteamericana de 2003, “The Cooler”, ambientada en los casinos
de Las Vegas, narra la historia de un gafe a sueldo. En España, José Luis Ozores protagonizó la película “El gafe”, en 1958, que narra las peripecias de un empleado de banca, llamado Urrutia, al que sus compañeros atribuyen todos los males que acontecen en la oficina. La castiza expresión “por los pelos” hace referencia a la diosa Fortuna, que sólo tiene pelo por delante y es calva por detrás. Si pasa ante uno, hay que agarrarla por los pelos o pasará de largo.
Sea o no cierto que los casinos se valen de los servicios de gafes profesionales, de lo que no cabe duda es de que los gafes existen en el imaginario popular. En el mundo de los artistas, algunos cantantes se han ganado la fama de serlo. Sobre todo el canario José Vélez, pero también Juan Pardo o Isabel Pantoja. Asimismo, hay que recordar al famoso Luis Yáñez, hoy en el Parlamento Europeo de Bruselas. Bajo su dirección de la Expo92 de Sevilla, se hundió la nao Victoria y se incendio